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Regreso a la Perdicion



"Es natural que un hijo quiera sentirse orgulloso de su padre, pero... lo que hago para vivir no es digno de ser admirado." -- Michael O'Sullivan, a su hijo

Si se observa con atención la portada de Regreso a Perdición, podemos encontrar en ella todas las claves del cómic que nos acerca Panini en su colección Panini Noir. Se trata de una historia sobre la ruptura con el pasado en el mundo del crimen organizado. Quienes conozcan la obra Camino a la perdición, sea en su versión cómic o en la adaptación cinematográfica, identificarán en seguida quiénes son esos personajes de principios del siglo XX que salen en la fotografía. Para quienes no los conozcan, las explicaciones llegarán a medida que avance la lectura de la mano del propietario de ese encendedor de los marines con el que se queman amarras. En cualquiera de los dos casos, la importancia de esta identificación es secundaria, ya que los mecanismos de Regreso a la perdición son de corte clásico y no hay riesgo de perderse.
Siguiendo los pasos de un veterano de la guerra de Vietnam que ha sido reclutado, casi a la fuerza, por el gobierno de Estados Unidos para una operación encubierta en la que podrá obtener venganza sobre quienes han sacado de circulación a su familia, nos adentramos en el mundo de un crimen organizado que evolucionaba ya hacia otro estilo. Ya no son los hampones de la ley seca, sino los herederos de aquellos locos años veinte, mucho tiempo después de que llegara el fin de Al Capone.



Regreso a Perdición se muestra como un relato frío y contenido, ya que el protagonista es consciente de que su familia estaba implicada con la mafia y acepta su destino de un modo algo fatalista. Con este planteamiento y el desarrollo clásico de los acontecimientos, nos vemos enfrentados a un cómic profesional cuyo mayor gancho es la mezcla entre crimen organizado y política.
El guión de Max Allan Collins es de sota, caballo y rey. Discurre con buen pulso pero sin sobresaltos ni grandes sorpresas hasta su tercio final, donde los acontecimientos se precipitan y nos vemos arrastrados a una suerte de epílogo que cierra con mucho acierto la historia.
De este modo, es el dibujo de Terry Beatty quien lleva una buena parte del peso de la narración. Gracias a su dinamismo y su capacidad de recrear los escenarios y los personajes seguimos con atención una historia que puede resultar demasiado modélica en sus primeros pasos.
El conjunto final es un cómic entretenido y sólido, quizás no impresionante a causa de ese clasicismo, pero solvente en cualquier caso e indicado para los amantes de la novela negra. La edición de Panini, en tapa dura, tiene además la calidad a la que nos tiene acostumbrado el sello.
¿Vale la pena leer el cómic si ya has visto la película?. La respuesta es que sí. La película adapta bastante fielmente el primer tercio del cómic, pero después toma sus propios derroteros a partir de la premisa inicial, por lo que el cómic es una lectura recomendable para los que hayan disfrutado con la adaptación cinematográfica. Como suele pasar en muchas adaptaciones de libros a la pantalla grande, la versión fílmica es más espectacular visualmente, pero la obra original tiene más "chicha" y, al menos al que esto escribe, el tratamiento del cómic le ha dejado mejor sabor de boca que la versión dada por la película.
     Así, por ejemplo, en el cómic no existe el personaje de Jude Law, y aparece con un papel importante Elliot Ness (que en la película ni se le menciona). También aparece en persona Al Capone (que en la película solo llegamos a ver como habla con Frank Nitti -interpretado por Stanley Tucci- telefónicamente). 

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